El ejercicio físico posee gran cantidad de mecanismos por medio de los cuales se logra reducir el riesgo de padecer un cáncer. Pero no es solo eso, sino que también aporta grandes beneficios a los pacientes que están pasando por dicha enfermedad o incluso a los supervivientes de la misma.

Normalmente, asociamos el cáncer a debilidad y fragilidad y aconsejamos al enfermo que haga lo menos posible o pensamos que por el hecho de tener cáncer debemos limitarnos a estar sentados, únicamente recibir el tratamiento y esperar a ver qué sucede y cómo evoluciona. No nos damos cuenta, de que tenemos ante nosotros una herramienta que puede aportarnos enormes beneficios, mejorando el estado de salud y la forma física del paciente, ayudándolo a ser lo más independiente posible y siendo coadyuvante de los tratamientos e intervenciones médicas (aumentando su eficacia y reduciendo efectos secundarios y secuelas); y esa herramienta no es otra que el ejercicio físico y el entrenamiento de fuerza.

Vamos a poner un ejemplo llamativo del desconocimiento que existe sobre el tema; en el caso del linfedema, secuela muy habitual en mujeres supervivientes de cáncer de mama. Normalmente, se les recomienda que no cojan pesos con el brazo afecto y suelen tener un miedo desorbitado a hacer algo con él por miedo a que se agrave. Sin embargo, es totalmente al contrario, ya que existen estudios (Cormie P. et al, 2013), en los que se demuestra que el entrenamiento de fuerza no solo no aumenta los niveles del linfedema, si no que con dicho trabajo se mejoran también la calidad de vida, capacidad funcional, dolores articulares, calidad de sueño y rangos de movimiento articular¿Por tanto, qué es lo que impide que las mujeres con linfedema realicen trabajo de fuerza?  De hecho, debería recomendarse en este tipo de población, siempre supervisado por un profesional adecuado para ello.

Con el ejercicio físico, no solo conseguimos mejorar la calidad de vida de la persona (Chen X et al, 2009), si no que conseguimos reducir los efectos secundarios de la enfermedad y tratamientos (fatiga crónica, dolores articulares, ansiedad, depresión, pérdida de densidad mineral ósea…) y además mejoramos la eficacia y tolerancia a esos tratamientos de quimioterapia, radioterapia, cirugía o privación hormonal.

El hecho de realizar ejercicio físico no asegura que vayas a superar la enfermedad, pero sí que puede ayudar a ello, en combinación con los tratamientos y otros elementos como la nutrición. Desde luego, lo que sí garantiza es el hecho de mejorar la calidad de vida de la persona antes, durante y después del tratamiento, así como la independencia en las actividades de la vida diaria (no es lo mismo poder asearte, levantarse de una silla o de la cama por ti solo que depender de otra persona porque la debilidad muscular sea tan grande que no te lo permita).

 

Cormie P, Pumpa K, Galvao DA, Turner E, Spry N, Saunders C. Is it safe and efficacious for women with lymphedema secondary to breast cancer to lift heavy weights during exercise: a randomised controlled trial. J Cancer Surviv. 2013; 7 (3): 413-24.

Chen X, Zheng Y, Gu K, Lu W, Ou Shu X. The effect of regular exercise on quality of life among breast cancer survivors. Am J Epidemiol. 2009; 170 (7): 854-862.